También conocido como Lucifer, Satán o Satanás, Belcebú, Señor de las Moscas, la Gran Cabra, Señor de los Infiernos y otros numerosos nombres que no sería prudente reproducir en letra impresa. Es uno de los pocos seres que se mueve sobre y bajo la superficie de la tierra. Los que, con razón, se sienten aterrados por sus poderes lo describen como una criatura repulsiva con rasgos de cabra, pero esto es probablemente incorrecto. Como Lucifer, Portador de la Luz, fue en tiempos un magnífico ángel,hasta que fue expulsado de los cielos por el pecado de soberbia, y obligado a regirlos infiernos. Parece probable que conserve su buen aspecto original, y que las pezuñas, cuernos y rabo que se le atribuyen no sean más que invenciones supersticiosas. Aquellos a los que se ha aparecido en tiempos recientes, con el fin de hacer tentadoras ofertas, por sus almas, lo describen con el aspecto de un hombre de negocios bien vestido. Tiene ojos grandes y oscuros, piel atezada, bigote y perilla negros y bien recortados, y manos bien cuidadas, con manicura. Los únicos rasgos extraños son las orejas puntiagudas y la necesidad de usar un buen desodorante para camuflar el débil pero inconfundible olor a corrupción que despide. Lleva una cartera de cuero bien trabajado, que parece variar de color, desde los tonos rosados de la piel nórdica al ébano oscuro de un hombre ecuatorial. La cremallera, de oro puro, se abre silenciosamente, y de allí saca los documentos de transferencia del alma, para su firma, generalmente con la propia sangre. Con una voz profunda y seductora, promete todo tipo de poder terrenal y toda clase de delicias a cambio del alma. Se trata de un vendedor extraordinario, y resulta muy difícil resistir sus aparentemente ventajosas ofertas.
A lo largo de los tiempos, siempre se ha mantenido a la moda, para no llamar excesivamente la atención. En la época de los primeros cristianos llevaba sandalias, túnica de lino y capa morada. En tiempos medievales vestía un jubón ajustado y calzas de terciopelo escarlata, con gorra y capucha del mismo material, y una capa ondeante, negra como la noche. En la actualidad, se viste con un traje de corte impecable, de seda italiana color ciruela, con zapatos de tipo mocasín.
Como hombres de negocios, nunca le falta capital para respaldar sus extravagantes promesas. Administra un consorcio internacional, en el que las industrias de armamentos y drogas son solamente dos de los muchos departamentos en que se mueve.
Aquellos que han gozado de una amistosa conversación de negocios y unas cuantas copas con Satán, en la suite más cara de un gran hotel, siempre encuentran difícil creer que llegará a reclamar sus almas. Cuando por fin llegan ante las puertas del infierno, aún siguen pensando que su antiguo socio se atendrá a razones y -quizá tras unas cuantas amenazas y advertencias joviales- les dejará disfrutar de la eternidad con el mismo estilo al que se han acostumbrado en la tierra. Pero en seguida son arrestados ante Satán, en su auténtica manifestación como Señor del Infierno, y descubren que es muy diferente de su antiguo y educado amigo.

